La Luna, Venus y la geometría del 8
En busca de
los orígenes
por José Luis Pascual Blázquez
por José Luis Pascual Blázquez
Introducción
Para comprender mejor los elementos astronómicos remanentes
en algunas creencias todavía vivas, o en diversos elementos de la religión
cristiana, y cómo muchos de ellos han llegado hasta nosotros, es imprescindible
echar un vistazo a los cultos astrales del Oriente Medio en los tiempos de
esplendor de las culturas que allí florecieron. Allí nació la escritura. Allí
nació la ciencia de los astros a partir de largas series de observaciones,
minuciosas y sistemáticas. Allí nació también el sistema de numeración de
posición duodecimal, aún en uso, originado por necesidades astronómicas. Pero
eran sacerdotes quienes se dedicaban a hacer estas observaciones: recordemos
que ciencia y religión iban unidas en esos tiempos, y así permanecieron en un
solo cuerpo hasta la gran ruptura del siglo XVII.
Esta mixtura, por lo general, no ha sido bien vista por los
modernos historiadores de la Ciencia. Máxime cuando afecta a la misma ciencia
griega, en la que la nuestra encuentra sus raíces. Según Millàs Vallicrosa:
Esta aleación impura de ciencia y religión, con sus
interpretaciones afectivas, es lo que principalmente se ha echado en cara a la
ciencia oriental y luego a la ciencia árabe, contrastándolo con la ciencia del
gran período de la ciencia griega. Es cierto que por su especial posición, lo
que llamamos orientación antropocéntrica del espíritu griego, éste estuvo algo
menos inclinado a interpretaciones afectivas, simpáticas o religiosas de los
fenómenos naturales; pero, en cambio, casi nunca se libró enteramente de ello,
y hoy día, precisamente, los historiadores se complacen en notar las
incidencias y repercusiones de las doctrinas orientales en autores griegos.
(José Mª Millàs Vallicrosa. Estudios sobre Historia de la Ciencia Española.
Consejo Superior de Investigaciones Científicas. Madrid, 1991, pág. 8).
Los sacerdotes del Creciente Fértil, en sus observaciones
sistemáticas del firmamento, fueron encontrando sincronismos entre los
acontecimientos celestes y los terrestres. Veamos algunos de ellos, y cómo su
conocimiento y su expresión en símbolos han llegado hasta nosotros.
Universalidad de las observaciones de Venus
(Venus y la Luna: divinidades asociadas y su relación con el
Agua y la lluvia)
Las mixtificaciones sobre la cultura griega, que no dejó de
ser espléndida, nos vienen fundamentalmente del fácil acceso que hemos tenido a
ella. De las culturas orientales que la precedieron, poco se había sabido hasta
hace un siglo, cuando empezaron las investigaciones arqueológicas, el
descubrimiento de las tablillas cuneiformes y su posterior traducción.
Por ejemplo, la tablilla 63, que contiene una lista completa
de observaciones de salidas y puestas helíacas de Venus durante 21 años
sucesivos, con augurios, comienza como sigue:
Si el 15 Sabatu Venus desaparece por el oeste, permaneciendo
invisible 3 días, y el 18 Sabatu aparece por el este, catástrofes para los
reyes; Adad traerá lluvias, Ea aguas subterráneas; el rey enviará salutaciones
al rey. (Bartel Van der Waerden, The tablets of Ammisaduqa)
De donde se deduce que la identidad del lucero del alba y de
la tarde ya era conocida en los tiempos de la Babilonia Antigua. Los griegos
atribuyen este descubrimiento a Pitágoras o a Parménides. Se supone que los
jonios, o tal vez los mismos pitagóricos, lo tomaron de fuentes babilónicas.
Y a medida que se avanza en el conocimiento de las culturas
mesopotámicas, más se consolida la certidumbre de que en ellas se halla el foco
cultural de la humanidad, de que a partir de ahí irradió el conocimiento una
vez alcanzó un alto grado de elaboración.
La escritura nace en Súmer, y hacia -2900 ya se conocía en
esta cultura el sistema de numeración posicional de base 12. (Demetrio Santos,
Introducción a la Historia de la Astrología. Edicomunicación, S.A. Barcelona,
1986, pág. 6). La música fue una de las disciplinas más estudiadas en la
Antigüedad, y la escala diatónica era bien conocida hacia -1500 en Babilonia.
(Demetrio Santos, Idem. pág. 7). De estas culturas nos viene también la tríada
divina que luego se repetirá en religiones sucesivas.
Venus es una de las deidades clave desde los tiempos en que
se hacen observaciones sistemáticas del cielo. Y ya desde entonces hasta hoy no
dejará de relacionársela con la lluvia, con la fertilidad de la tierra, con lo
femenino, y, más tarde, cuando se hagan horóscopos de individuos, con el
erotismo, con las funciones femeninas.
Sobre Venus, afirma Plinio en su Historia Natural:
Además, por su tamaño, está por encima de todos los demás
astros y tiene tanta luminosidad que los rayos de esta estrella son los únicos
que producen sombra.
También por eso figura con una amplia serie de nombres, pues
unos la llamaron Juno, otros Isis y otros Madre de los Dioses. Por acción de su
naturaleza se originan todas las criaturas de las tierras, ya que al
impregnarse del rocío genital en sus dos nacimientos no sólo da fecundidad a la
tierra, sino que además estimula la de todos los seres vivos... (Plinio el
Viejo. Historia Natural. Libro II, 37-38. Editorial Gredos. Madrid, 1995).
Los dos nacimientos a que se refiere Plinio son la primera
aparición de Venus en el horizonte oriental u occidental, tras haber sido
absorbida por los rayos del Sol en su movimiento pendular sobre el cielo. Es
decir, el primer avistamiento ocular a la mañana o a la tarde (lucero del alba
o de la tarde), tras su ocultamiento durante períodos de 30-50 días en nuestras
latitudes.
Si las viejas religiones astrales personificaron a Venus y a
la Luna en Juno o Isis, la Virgen María heredó buena parte del patrimonio de
aquéllas. La propia letanía cristiana del rosario considera a la Virgen María
stella matutina, o sea, estrella de la mañana. ¡El lucero del alba!
La tradición sitúa el monte Carmelo en el mismo lugar donde
Elías vio la aparición de una nube misteriosa y resplandeciente. Una nube que
derramó después abundante lluvia, la suficiente para acabar con tres años de
sequía. Según algunas interpretaciones, la aparición de tal nube sería la forma
adoptada por la propia Virgen María.
¿Puede parecernos esto muy lejano en el tiempo? Pues en una
encuesta etnoastronómica realizada entre 36 viejos agricultores y pastores de
cinco de la siete Islas Canarias el 70% de ellos afirmaban que Venus era
portadora de lluvias cuando aparecía, de una forma especial, como estrella de
la tarde.(Juan Antonio Belmonte. Las leyes del cielo. Ediciones Temas de hoy.
Madrid, 1999, pág. 249). Esta tradición oral actual se halla escrita en algunos
textos astrológicos medievales, pero sin duda tiene orígenes mesopotámicos,
como hemos visto en la tablilla 63.
De las reuniones de la Luna con el Sol en el cielo, el Libro
Conplido en los iudizios de las estrellas dice que:
...así que, cuando la Luna se une a él [al Sol] en el
momento de la conjunción [luna nueva], ella queda cubierta y más delgada.
Aquello es semejante a la unión del varón con la mujer. (Aly Ben Ragel. Libro
conplido en los iudizios de las estrellas. Introducción y edición de Gerold
Hilty. Madrid, 1954. Pág. 6d manuscrito original).
Se trata por tanto de una cópula cósmica, de la que nacen
los diversos tiempos del año (meses). Así lo veían los sacerdotes babilonios,
quienes decretaban el comienzo de los meses y del año por el primer
avistamiento del creciente lunar. Pero hasta nosotros, este avistamiento ha
pasado con el término de origen griego, neomenia, "nuevo mes",
"nueva luna".
Más tarde, en la Roma monárquica, serán también los
sacerdotes quienes decreten el nacimiento de los tiempos y su desarrollo
calendárico. Las calendas eran el primer día del mes romano, el primer día de
la luna antes de la reforma juliana. El pontífice menor, ya en los primeros
tiempos de la República, convocaba al pueblo en la Curia Calabra, anunciando
cuántos días iban del primero de mes a las nonas, si 5 o 7 (cuarto creciente).
La fórmula era
Quinque dies te calo, Iuno novella
o
Septem dies te calo, Iuno novella
o sea, "cinco o siete días te llamo, nueva Juno".
(Enciclopedia Espasa Calpe. Entrada "Calendas". Madrid, 1920). Vemos
aquí la identidad entre Juno y la Luna, a quien estaban ya entonces consagrados
los comienzos del mes siguiendo las doctrinas astrológicas de la Antigüedad.
Hoy, el calendario litúrgico sitúa en el 1º d enero la
Solemnidad de Santa María Madre de Dios, y aún quedan localidades como Callosa
de Segura, en Alicante, en las que cada primer domingo de mes celebran vistosos
y emotivos Rosarios de la Aurora. (Mª Ángeles Sánchez. Fiestas populares. Maeva
Ediciones. Madrid, 1998, pág. 49).
La Luna, y también la Tierra, son las grandes vírgenes del
universo de los antiguos, pues el Sol, el gran Principio fecundador masculino,
solamente las toca en la distancia con sus rayos de luz (para los antiguos
estos rayos eran ondas, espíritus). La Tierra ha sido figurada a veces como un
gran huevo, al que el Sol empolla y da vida con su luz y calor. Y así, Luna y
Tierra, elemento Agua y elemento Tierra -pasivos entre los 4 Elementos-, han
sido simbolizadas en distintas variedades de vírgenes, cristianas y no
cristianas, que guardan con ellas un inequívoco hilo conductor simbólico.
Venus también entra dentro de este grupo. Así, a juicio del
Libro Conplido:
El estado de Venus cuando va con el Sol [conjunción] es
semejante al de la mujer con el varón; que cuando yace con ella le echa su
humedad, y por esta razón es ella [Venus] significadora de las lluvias, de las
nieblas y de los aguazones. (Aly Ben Ragel. Libro conplido en los iudizios de
las estrellas. Introducción y edición de Gerold Hilty. Madrid, 1954. Pág.
12b manuscrito original).
La asociación de Venus con las lluvias es universal. La
hemos visto entre los babilonios y se conserva aún en las Islas Canarias, pero
los mayas temían el lugar del cielo de su primera aparición. Veámoslo en los
Anales de Cuauhtitlán (Anthony F. Aveni. Observadores del cielo en el México
antiguo. Fondo de Cultura Económica. México D.F. 1993, pág. 211):
Y como supieron ellos (los antiguos)
cuando aparece (sale)
según el signo bajo el cual sale
hiere a diferentes clases de personas con sus rayos
dispara contra ellas, arroja su luz...
...y bajo el [VII] signo-1 Lluvia
signo 1-Serpiente
dispara contra la lluvia
no lloverá...
...signo 1-Agua
hay sequía general.
Que nosotros sepamos, no ha sido comprobada modernamente la
veracidad o actualidad de estas observaciones con el rigor que merecen. La
cuestión de su veracidad, resta pendiente.
La Luna, Venus y la geometría del 8
La forma de los templos es indicativa de su naturaleza.
Buena parte de las iglesias cristianas tienen planta de cruz latina, pero no
todas. En la Arquitectura de Vitrubio se habla de las diferencias de estilo que
corresponden a los templos según se dediquen a un Dios o a otro. (M. Vitrubio
Polión. Architectura. Libro I, 18. Traducción y comentarios Don Joseph Ortíz y
Sanz. Madrid, 1787, pág. 11). Acerca de ello, el traductor de la edición que
manejamos, el presbítero Joseph Ortíz y Sanz, dice lo siguiente:
He traducido rito la voz statio, que parece verbal de
statuo; porque los sacerdotes Gentiles tenían establecido qué forma y figura de
Templo pertenecía a cada deidad, determinada por algunas congruencias o
atributos de cada una... (M. Vitrubio Polión. Idem, pág. 11 nota nº 11).
El grupo simbólico femenino del 8 podemos verlo vivo aún
tanto en la arquitectura civil como en la religiosa. Muchísimos baptisterios,
fuentes, pozos de claustros en iglesias y monasterios, y también de edificios
civiles, han sido construidos en forma de cilindro poligonal de ocho lados.
Podemos ver esta geometría repetida una y otra vez en los baños árabes, y
también en diversas iglesias de planta octogonal (la Veracruz segoviana, Eunate
y el Santo Sepulcro en Navarra, la Capilla Palatina, el Baptisterio de Milán,
San Lorenzo Maggiore en Italia, etc.), así como en múltiples torres mudéjares o
de esta influencia. Numerosas pilas bautismales muestran igualmente la
geometría de ocho lados.
Allá donde aparezca el agua, física o simbólicamente, es muy
posible el toparnos con esa forma. Pero en la secuencia simbólica, Agua=lo
femenino, lo generador= Luna, Venus. ¿Por qué figuras con ocho lados en el caso
de este grupo simbólico? De nuevo tenemos que recurrir al sustrato de la
ciencia antigua, a la doctrina astrológica y cosmológica para dar con una
explicación coherente.
En primer lugar hemos de recordar aquí que Venus aparece
representada en los kudurrus babilónicos por una estrella de ocho puntas: la
diosa, una de las estrellas más observadas por los sacerdotes, formaba parte de
la tríada básica de las religiones astrales, y será relacionada aquí y
posteriormente en culturas sucesivas con la lluvia, con la fecundidad, con el
erotismo. Lo más chocante es que en la cultura maya, tan distante en el tiempo
y en el espacio, es representada de una forma similar y se le atribuye un
influjo parecido. Los egipcios la asociarán a la estrella Sirio y a la
inundación del Nilo.
El cetro de la Virgen de la Estrella, en Tortosa, va
rematado por un creciente lunar sobre el que campea un astro radiante con ocho
perlas, dos rojas y dos azules haciendo la cruz principal y otras cuatro
secundarias, también opuestas dos a dos.
Los ocho rayos de la estrella Ishtar (Venus) podrían venir
de los puntos principales del ciclo sinódico Sol-Venus: las dos apariciones del
planeta, una por oriente y la otra por occidente, las dos desapariciones, las
dos conjunciones con el Sol (inferior y superior) y los dos estacionamientos.
En total suman ocho momentos-clave, a los que podemos añadir otros cuatro de
rango inferior, las dos elongaciones máximas (una por el Este y otra por el
Oeste) y los dos momentos de máximo brillo, que nos darían 12 puntos en total
(a continuación veremos para la Luna otros 12 puntos clave, 8 principales y 4
secundarios).
El judío de Tudela Abraham Ibn Ezra (uno de los propagadores
de las doctrinas astrológicas por Europa, allá en el siglo XII), nos habla en
sus obras (traducidas del hebreo al catalán en el scriptorium de Santa María de
Ripoll en el siglo XV) de les dotze claus de la Lluna, las doce claves o llaves
de la Luna, concepto que los árabes llamaron atacir. Son doce posiciones
relativas de la Luna con respecto al Sol: allí situada, cuando la Luna da su fuerza
a otro planeta (hace conjunción o aspecto) tiene la máxima probabilidad de
desencadenar el hecho significado por el planeta lento, de concretar su
significado materialmente, físicamente. Esos doce puntos son 0° , 12° , 45° ,
90° , 135° , 168° , 180° y sus simétricos en el círculo. Si eliminamos los
próximos a la conjunción y a la oposición (ocultamiento, aparición, 12° antes y
12° después de la luna llena), nos queda una figura octogonal, resultante de
dividir el círculo en 8 partes iguales. ¿Iguales? Tal vez no: enseguida lo
vamos a ver.
Ibn Ezra aún especifica más el significado de estos puntos:
...las claves de la Luna, las cuales son imprescindibles
para juzgar acerca de la lluvia (Abraham Ben Ezra. Libro de los juicios de las
estrellas. Editorial Biblioteca de Sirventa. Benidorm, 2001, pág. 320.
manuscrito original de la Biblioteca del Escorial), subrayando su relación con
el elemento Agua y su capacidad generadora, manifestadora.
Una de las edificaciones religiosas de planta octogonal que
más ha dado que hablar en los últimos tiempos es la de Eunate, en Navarra, la
patria de nacimiento de Ibn Ezra. Tiene la peculiaridad de que la planta
octogonal es irregular, lo cual ha disparado la imaginación de los más
conspicuos esoteristas. Se ha atribuido también su edificación a los templarios
sin ninguna base probatoria.
La leyenda sobre la capilla de Eunate dice que fue mandada
construir por una reina, y que allí está enterrada. Efectivamente, allí se
encontraron enterramientos: era cosa habitual enterrar a los muertos dentro de
recinto sagrado en siglos pasados. Pero pensamos que en esta edificación ha
sido depositada otra reina: la talla de Santa Mª de Eunate es reciente, y sin
duda debió de haber otras anteriormente. La actual sostiene al niño, que muestra
un libro cerrado en la mano izquierda, mientras señala al cielo con la otra en
actitud de bendecir.
A nuestro entender, en las dimensiones de la irregular
planta octogonal de esta iglesia se ha vertido la doctrina de las claves de la
Luna con proporciones precisas, concretas. Tal sería la reina simbólica
enterrada en el lugar. Si la órbita de la Luna fuese circular, barrería ángulos
iguales en tiempos iguales. Pero es elíptica: con arreglo a la 2ª ley de Kepler
-no conocida en la época de la construcción de Eunate, al menos que sepamos-,
la Luna va rápida en velocidad angular cuando está cerca del perigeo (mínima
distancia a la Tierra), y lenta cuando se mueve cerca del apogeo (distancia
máxima). En este último caso, los astrólogos de la época hablaban de la Luna en
movimiento de Saturno, que tiene un significado similar al de este planeta. La
diferente rapidez de salida de los signos del Zodíaco sobre el horizonte
también era bien conocida en tiempos medievales, y su cálculo lo más exacto
posible objeto de gran interés. Detrás de todo ello no sólo estaba la simple
curiosidad científica, o el prurito de la exactitud: las observaciones y
cálculos astronómicos tenían por motivo principal hacer buenos pronósticos
astrológicos. En particular, el trazado de los arcos originados por el
movimiento de los planetas era fundamental en la técnica predictiva al uso: las
direcciones primarias.
Así pues, la Luna barre ángulos iguales en tiempos
diferentes a lo largo del mes lunar, pasando por un máximo y un mínimo en los
valores de su velocidad angular. Hecho importante también en la predicción,
tanto meteorológica como en las interrogaciones (Astrología horaria). Esta
disimetría estaría plasmada en la irregularidad de los lados del octógono de
Eunate.
La relación entre el polígono de 8 lados y el principio
femenino simbolizado por la concha podemos verla en la mezquita de Córdoba,
donde para mayor claridad en su significado simbólico, la concha de la capilla
de Alhaken II se halla inscrita en un octógono.
En Eunate se ha subrayado también un hecho importante que
refuerza nuestra hipótesis: sobre la cúpula octogonal irregular podemos
contemplar aberturas que tienen por motivo iluminar el interior. Pero presentan
un detalle que no puede escapar al observador atento: tienen forma alternativa
de hexágono y octógono. A nuestro entender, representan eones
espacio-temporales, fases alternativas de una onda, como es la que resulta de
dividir el ciclo solilunar en ángulos de 45° . En el Zodíaco,los signos son
alternativamente masculinos y femeninos, alternativamente opuestos, como ocurre
en el desarrollo de cualquier fenómeno ondulatorio. Lo mismo ha querido
representarse con este detalle constructivo en Eunate, lo cual está de acuerdo
con las doctrinas en boga de la época en que fue construida la iglesia.
Los nabateos, siguiendo doctrinas anteriores, atribuyeron a
cada planeta un día de la semana, un color, un metal, y una figura geométrica:
a Saturno le correspondió el hexágono, a Júpiter el triángulo, a Marte el
rectángulo, al Sol el cuadrado, a Venus y Mercurio la combinación
triángulo-rectángulo. Pues bien, a la Luna le correspondió como cualidad el octógono,
según consta de sus escritos. (Juan Antonio Belmonte. Las leyes del cielo.
Ediciones Temas de hoy. Madrid, 1999, pág. 122). Parece que la reina enterrada
en Eunate, podría ser muy bien una clave astronómica lunar.
El Sol divinizado a través de los tiempos
El viejo Apolo griego, el Sol divinizado, fue sustituido sin
más por Cristo en múltiples representaciones. En el calendario, en el Zodíaco,
y, por supuesto, en el ciclo litúrgico. Así por ejemplo, en el Liber Regius,
calendario medieval del siglo XII, leemos para el 25 de marzo (equinoccio de
primavera en el antiguo calendario juliano):
Anunciación del Señor. El Sol se hizo y en él se concibió el
Sol de la Justicia y sufrió su pasión y resucitó. (Liber Regius.
Transliteración de José Martínez Gázquez y Julio Samsó. Textos y Estudios sobre
Astronomía española en el siglo XIII. Editados por Juan Vernet. Barcelona,
1981, pág. 37).
Identificación que no puede ser más expresiva. La idea
perdurará aún varios siglos más. La encontramos expresada con meridiana
claridad en los escritos de Luis Aldrete y Soto, regidor perpetuo de la ciudad
de Málaga y alguacil mayor del Santo Tribunal de la Inquisición, en una obra
escrita en 1681 que lleva nada menos que el paradójico título Defensa de la
Astrología (Luis Aldrete y Soto. Defensa de la Astrología (en Papeles sobre el
agua de vida y el fin del mundo), Editora Nacional, Madrid 1979, pág. 83 y 84):
Organízase la Filosofía interior destas segundas causas, sus
movimientos, aspectos y cualidades y grados de luz que participan del Sol,
Vicario del Altísimo...
Hizo Dios en el cuarto día al Sol, de las luces el primero,
colocándolo en el firmamento por su Primer Ministro, a quien subdelegó el
Gobierno Natural de lo Sublunar...
La Esencia de Dios es Luz Inmensa. Crió al Sol a su imagen y
semejanza, para su Primer Ministro, con movimiento, luz y calor... El Sol es
una Luz purísima; todo forma...
Y el comentador de la edición que manejamos, José Manuel
Vallés, en Papeles sobre el Agua de Vida y el fin del mundo, añade (Luis
Aldrete y Soto. Idem, nota 3, pág. 87):
En la cosmología de Aldrete -que recoge en el fondo el
sentir de los hombres de su tiempo [siglo XVII]-, el foco, la fuente de luz es
Dios; pero entre Dios y el Mundo no se establece un canal de transmisión
directo, sino mediato: a través del Sol. De ese modo, el orden teocéntrico se
repite en la imagen heliocéntrica...
En la Biblia de Coblence aparece Cristo Pantocrator (Gérard
de Champeaux, Dom Sébastien sterckx o.s.b. Le monde des Symboles. Zodiaque, 1989),
sosteniendo en la mano un medallón con una cruz central con rosas y una cruz
vegetal sobre las diagonales de la anterior en el que se lee fiat lux: hágase
la luz. Se halla sentado sobre la Tierra, y debajo de él, vemos el personaje
del año (Annus) y esta vez de los días (dies).
Cristo aparece en las representaciones con una corona en
forma de cruz tras la cabeza, lo que nos puede parecer un símbolo genuinamente
cristiano. Sin embargo, el Sol ya aparece representado en los kudurrus
babilónicos por una estrella de cuatro puntas (los cuatro puntos cardinales,
las cuatro estaciones del año, el Sol como elemento formador del mundo
simbolizado en el 4 y en lo cuadrado). Pero aún puede resultar más chocante lo
siguiente: un jeroglífico muy similar designa al Sol entre los mayas, como lo atestigua
el Códice de Dresde, jeroglífico que se repite también en otros textos
similares. De nuevo nos encontramos ante arquetipos universales, a cuyo influjo
no ha podido escapar la iconografía cristiana.
Este símbolo universal hay que interpretarlo por tanto en
una clave universal como es la astronómica. Pensamos que la cruz principal del
Cristo de la Biblia de Coblence es la de los cuatro puntos cardinales del
Zodíaco (solsticios y equinoccios), y la secundaria la de los cuatro puntos
centrales de estación (Hermes, un clásico de la astrología antigua, atribuye a
los 15° de cada signo la máxima fortaleza (Aly Ben Ragel. Libro conplido en los
iudizios de las estrellas. Introducción y edición de Gerold Hilty. Madrid,
1954), que se acrecienta aún más en los signo fijos como son Tauro, Leo,
Escorpión y Acuario). Idea que también sugieren los kudurrus de Babilonia.
Iconografía
![]() |
Diana cazadora, la diosa romana, con su arco y el creciente lunar sobre la cabeza. La caza de Diana (detalle). Galleria Borghese. |
![]() |
Ishtar, la diosa sumerio-babilónica. Estatuilla del siglo IV a.C. París, Museo del Louvre |
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![]() |
Kudurru babilónico con la estrella de 8 puntas de Venus-Ishtar (izquierda), el creciente de Sin-Luna (centro) y la estrella de 4 puntos del Sol-Samas, con otros 4 rayos ondulados intermedios |
![]() |
Pila bautismal de la catedral de Tortosa, procedente del castillo de Peñíscola y fuente del papa Luna. Solución de 8 lados. |
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![]() |
Jeroglífico maya del Sol en el Códice de Dresde. El Sol marca los 4 puntos cardinales y también los 4 puntos principales del ciclo anual: las dos detenciones (solsticios) y los dos equinoccios. Diagrama de P. Dunham |
![]() |
Cristo Pantocrator. Biblia de San Castor de Coblence (Alemania). Principios del siglo XI |
![]() |
Un crismón. Compárese su estructura con el símbolo del Sol en los kudurrus babilónicos. El monograma de Cristo fue fórmula simbólica de salud universal operada por medio de la cruz |
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